El discreto encanto de la estupidez

Y en pocos lugares es tan evidenciada como en las interacciones entre hombre y maquina.
Desde los dias en que el primer cro-magnon se machuco con dos piedras, las maquinas han sido especialistas en hacernos ver y sentir como estupidos.
Aunque a unos mas que otros.
Maquinas de pago automatico en el estacionamiento del aeropuerto. Parece simple: metes tu boleto, la maquina te dice cuanto debes, insertas billetes o monedas para cubrir el monto indicado, recibes de vuelta tu boleto.
Bueno, pues evidentemente no es tan facil. Debi adivinarlo al ver que asignaban a una persona para hacer exactamente eso por uno en cada maquina.
Y evidentemente, si es complicado para muchas personas, y todas esas personas estaban formadas delante de mi.
Que encanto el tener que esperar como el moderno cro-magnon trata de que la maquina no le machuque los dedos mientras trata de entender porque los pasos para usar la maquina estan numerados. Casi como si quisieran que uno haga las cosas en el orden numerico ascendente, pero no es facil adivinar eso, supongo.
Y que emocion ver como su vidriosa mirada inexpresiva se le queda viendo a la maquina cuando no expulsa su recibo. Casi expresa algo cercano a inteligencia cuando le dice -literalmente, le dice- a la maquina que porque no le dio su recibo. Prefiero pensar que hablaba para si mismo.
Finalmente la maquina le regresa su boleto. Si lo confunde con comida o lo usa para limpiarse la masilla de entre los dientes, eso es otra historia.
Espero no encontrarlo haciendo fila delante de mi en la salida del estacionamiento.
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